Ahora que las vacaciones han acabado y el verano parece que llega a su fin, es momento de afrontar el nuevo curso que ya está aquí. Los niños ya han vuelto al colegio. Mientras los más pequeños se acostumbran a no llorar cuando sus padres les dejan a la puerta del colegio, los más mayores, algo más alegres, comienzan un nuevo curso reencontrándose con sus amigos.
Los adultos, algo ojerosos, soportan horas de tráfico para llegar a sus trabajos, porque a las facturas todavía por pagar, hay que añadir las de los libros y los uniformes de los niños. Mientras unos se incorporan a sus puestos de trabajo y superan el síndrome posvacacional, otros, en peor situación, repasan con mayor ahínco las escasas ofertas de trabajo, preguntándose qué será de su vida durante este otoño.
Los adultos, algo ojerosos, soportan horas de tráfico para llegar a sus trabajos, porque a las facturas todavía por pagar, hay que añadir las de los libros y los uniformes de los niños. Mientras unos se incorporan a sus puestos de trabajo y superan el síndrome posvacacional, otros, en peor situación, repasan con mayor ahínco las escasas ofertas de trabajo, preguntándose qué será de su vida durante este otoño.
Los largos y calurosos días dejan de ser tan ociosos para dar paso a otros días más cortos, un poco más fríos y con poco tiempo libre. Todo vuelve a su curso normal, por ello, es momento de volver a la rutina, de reencontrar viejos hábitos allí donde los dejamos. Pero a la vez, deseamos incorporar nuevas actividades para mejorar nuestras vidas a modo de propósitos de año nuevo: seguir siendo constantes en nuestras visitas al gimnasio, aprender a hablar inglés de una vez por todas o simplemente aficionarnos a alguno de los coleccionables de quiosco.
En fin, parece que el mundo entero se reanima y al ritmo de los despertadores vuelve a su orden natural. Y cada uno dispone sus actividades a su conveniencia y fija sus metas, porque un nuevo camino se abre a nuestros pies y hay que recorrerlo antes de que huya sin nosotros.
Una ya lo tiene claro. Mientras la realidad de las vacaciones se desvanece poco a poco, tecleo en mi ordenador historias con el fin de habitar mi mundo. Pasado el período estival ya no hay excusas que valgan.
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