Llevo unos años notando que cuando la gente se desprende de objetos que ya no necesita, los deja al lado del contenedor. A veces me siento un poco chatarrera porque cuando veo algún bulto sospechoso, me acerco a curiosear. Es sorprendente la variedad de baratijas que se pueden encontrar. Pero si hay algo que hiere mi alma es encontrar una caja llena de libros. ¿Cómo es posible? Los libros no son basura.
Querría rescatarlos todos, pero no es oportuno. Aparte de que no todos me interesan, a veces están en mal estado; otras encuentro títulos que ya tengo en casa. Aun así, casi siempre me llevo alguno, como si de algún gran tesoro se tratase.
Y vuelvo con sentimientos encontrados. Por un lado, voy contenta porque he ampliado mi biblioteca inesperadamente con algunos títulos nuevos que deseaba leer y nunca me animé a comprar. Pero por otro lado, como buena bibliófila, me embriaga cierta tristeza por saber de tan triste final para esos ejemplares que quedaron atrás.
¿Tan poco significan para la gente que se deshace de ellos de esta manera? Supongo que en la era de los dispositivos móviles y redes sociales, la gente ya no considera importante leer y un libro no es más que un objeto viejo que solo ocupa sitio y atrapa polvo.
En cualquier caso, ¿no hay otra forma de darles un final mejor que dejarlos en la basura al lado del contenedor? Se me ocurren varias opciones, como donarlos a una ONG, llevarlos a una librería de segunda mano… o simplemente basta con regalarlos o prestarlos a algún amigo con la intención de que no te los devuelvan.
A veces, me gustaría que adoptáramos la costumbre europea de dejarlos a la vista en cualquier lugar público para que los recoja quien los necesite. Cualquier cosa con tal de que un libro no se convierta en basura.
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