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viernes, 4 de febrero de 2011

Libros


Leía mucho. Siempre me ha gustado leer, aunque no devoré libros hasta bastante tarde. Me recuerdo de pequeña leyendo y releyendo una y otra vez mis cuentos y libros favoritos. De adolescente leí lo justo. Fue durante mis años de universidad cuando se desató mi pasión lectora y comencé a leer todo cuanto cayera en mis manos. De pronto sentí la urgente necesidad de recuperar el tiempo
perdido leyendo muchos libros que no leí.

Acabados mis años de estudiante, me sosegué y seguí leyendo, más tranquila, muchos libros pendientes y releyendo algunos libros olvidados, aunque llegaron intervalos temporales en los que me resistía a abrir un libro. Ahora ya no leo.

Llevo mucho tiempo sin abrir un libro. He comprado libros, los he sacado de la biblioteca, he rebuscado viejos libros que había por mi casa. Siempre con el mismo resultado: han permanecido encima de mi escritorio tanto tiempo como para olvidarlos y sorprenderme, meses después, de que estuvieran allí. Ignoro los motivos por los que apenas he abierto un libro durante tantísimo tiempo. No pretendo psicoanalizarme. Simplemente, no conseguía quedar enganchada en la lectura.

Ahora, después de más de dos años, retomo de nuevo mi aventura lectora. Es difícil volver a centrarse. Mi capacidad lectora ya no es lo que era, pero con un pequeño esfuerzo, lo consigo. Poco a poco, comienzo a sentir interés por lo que las páginas esconden. Llevaba mucho tiempo sin abrir un libro.

1 comentario:

  1. Siempre he pensado esto que cuentas, y también que la relación con los libros es tan emocional como física. Hay bajones literarios y momentos en los que hasta caminando quieres leer...

    Sea como sea, como nos abraza el alma!

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