En mi anterior entrada os hablé de mi hábito lector, bastante desatendido últimamente, pero que parece florecer nuevamente.
Empezar a leer un libro y días después abandonar la lectura, y el mismo proceso con todos los libros, comenzó a inquietarme. Me preguntaba no por qué no era capaz de seguir leyendo ese libro
–que también lo hacía–, sino si compartía la misma frustración con la gente que generalmente no lee y en algún momento se ha planteado hacerlo.
Empezar a leer un libro y días después abandonar la lectura, y el mismo proceso con todos los libros, comenzó a inquietarme. Me preguntaba no por qué no era capaz de seguir leyendo ese libro
–que también lo hacía–, sino si compartía la misma frustración con la gente que generalmente no lee y en algún momento se ha planteado hacerlo.
Personalmente, me preocupa haber leído poco, casi nada, en un periodo tan largo. Pero también me preocupa que a mi alrededor la gente no lea. Porque al menos, según las estadísticas la gente lee poco. O eso nos hacen creer. Yo no llego a creérmelo del todo. Bien es cierto que muchas personas no abrirán un libro en toda su vida, pero también es mucha la gente que lee habitualmente.
Mucho me temo que los que manejan el mundo de la cultura, esos que nos dicen que la sociedad no lee, cifran el porcentaje de lectores en torno a la venta de libros. Es normal que viviendo en la sociedad del dinero, lo único que importe es el comercio, aunque sea de libros. Así pues, en eventos como la Feria del libro, casi antes de la clausura, nos aportan porcentajes de lo que ha aumentado la compra durante ese período. Sin embargo, comprar libros no es lo mismo que leerlos.
Si tanto les preocupa el bajo índice de lectura, ¿están buscando realmente alguna solución que ayude a la motivación? ¿Piensan que con poner lecturas obligatorias en las escuelas e institutos ya está resuelto el problema? Prefieren lavarse las manos y que el marrón se lo coman otros, en concreto, los educadores.
En este sentido, en uno de los blogs que asiduamente visito –no recuerdo cual– leí acerca de una posible manera de motivar a los adolescentes a iniciarse en el mundo de la lectura. Se trata de algo tan simple como que los profesores lleven entre sus enseres un libro, como quien lleva corbata o usa tacones. Supongo que se trata, en definitiva, de hacer ver que la lectura es algo cotidiano. Tal vez esos estudiantes comienzan a ver que “usar” libros no es algo extraño.
¿Pero es tan solo en la escuela donde se debe inculcar el placer por la lectura? ¿Y en los demás ámbitos de la vida? Ahora pienso en las veces que, yendo en el metro hacia la facultad, observaba a otros usuarios que iban con un libro entre las manos. No podía evitar fijarme en qué leían esas personas. Algunas veces incluso me leí algún libro porque veía a muchas personas que lo estaban leyendo; otras iba añadiendo los títulos a una larga lista.
¿Pero es tan solo en la escuela donde se debe inculcar el placer por la lectura? ¿Y en los demás ámbitos de la vida? Ahora pienso en las veces que, yendo en el metro hacia la facultad, observaba a otros usuarios que iban con un libro entre las manos. No podía evitar fijarme en qué leían esas personas. Algunas veces incluso me leí algún libro porque veía a muchas personas que lo estaban leyendo; otras iba añadiendo los títulos a una larga lista.
Desde que leí este ejemplo, no para de rondarme por la cabeza si esta sencilla idea no será también aplicable al resto de los ciudadanos. Quiero decir que si los responsables de la cultura piensan que efectivamente en España se lee muy poco, podrían predicar con el ejemplo y cada vez que salieran en los medios llevaran un libro en la mano. A lo mejor mucha gente comenzaba a tener otra perspectiva de la lectura.
De hecho, cuando alguien me confiesa que no le gusta leer, en realidad no le creo. En realidad pienso que todavía no ha encontrado el género de literatura que le gusta, porque si algo que tiene nuestra época, es una gran variedad de géneros, que no todo tiene que ser leer a Góngora y Cervantes.
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