Más de un mes sin pasarme por aquí. Momento de ausencias, de reflexiones que no llegaron a ningún fin.
Mientras el otoño avanza inexorable hacia el invierno, me percato de que no solo el mundo sigue al revés, sino que además nos estamos acostumbrando al caos de nuestra sociedad actual como si
fuera nuestra ley de vida.
fuera nuestra ley de vida.
Un día, mientras esperaba el autobús, no pude evitar escuchar una conversación entre dos mujeres de mediana edad. Sus vidas no me importan en absoluto. Sin embargo, en aquella charla escuché una idea –de hecho, fue la idea misma la que me hizo centrar mi atención en sus palabras–, idea que, de pronto, me pareció vieja.
Hablaban de la vida laboral de sus hijos. Una de ellas explicaba a la otra que su hijo llevaba ya un año trabajando en la misma empresa. A ello, la otra mujer le respondió: «¡qué suerte, que tiene trabajo!».
Vivimos en un mundo caótico. Comenzamos a estar tan acostumbrados a que el número de parados aumente diariamente, que ya el hecho de tener un trabajo nos parece un boleto de lotería ganado.
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