Últimamente viene a mi cabeza un recuerdo desagradable, ocurrido a finales de junio: la muerte de un delfín que, herido, llegó varado a la costa alicantina de la ciudad en donde veraneo.
Una tarde, caminaba por el paseo marítimo cuando, de repente, vi dos grupos de curiosos: uno en el paseo, otro en primera línea de
playa. En el primero la información era variada. Algunos afirmaban
que había un tiburón en la orilla del mar, la mayoría que se trataba de un delfín. En lo que todos coincidieron es en que habían visto sobresalir una cola del agua. Los niños corrían de un grupo a otro con noticias inverosímiles.
playa. En el primero la información era variada. Algunos afirmaban
que había un tiburón en la orilla del mar, la mayoría que se trataba de un delfín. En lo que todos coincidieron es en que habían visto sobresalir una cola del agua. Los niños corrían de un grupo a otro con noticias inverosímiles.
Me acerqué al grupo de curiosos de la playa. Son momentos de confusión. Confirmé que se trataba de un delfín. Supe que vivía todavía porque un grupo de personas le sujetaba dentro del agua. La zona era un poco rocosa y el oleaje le empujaba hacia la orilla. Ignoraba si alguien había llamado a las autoridades, ni a quién correspondía llamar en estos casos. Alguien me informó que había que esperar al salvamento marítimo de Valencia y que tardaría unas dos horas. Alucinaba. ¿Cómo podía tardar tanto un equipo de rescate? Viene por mar, me aclararon –debieron malinterpretar mi cara de estupefacción–.
Llegó, caminando tranquilamente, una pareja de policías. Su acción consistía en realizar llamadas. Oí decir a uno de ellos que había que esperar el rescate, que estaba de camino. Viendo que la información que iba a obtener no aumentaría, decidí volver al paseo y contemplar los sucesos desde lejos. La policía seguía haciendo llamadas o recibiéndolas. El tiempo transcurría pero ningún equipo de rescate aparecía por ningún lado. Finalmente, tras una hora de incertidumbre, el grupo de curiosos comenzó a disolverse: el delfín definitivamente había muerto. Sin recibir ningún tipo de ayuda especializada.
Lo dejaron en la orilla de la playa, sin taparlo, donde quedó a merced de los curiosos que se acercaban a verlo de cerca, y sobre todo, de los fetichistas, que a modo de recuerdo, se hacían fotos posando al lado del animal.
Gracias a los ciudadanos anónimos que le socorrieron durante todo ese tiempo. No le dejaron morir solo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario