Con cierta frecuencia, leo artículos en donde previenen del uso las redes sociales; en los telediarios advierten de vez en cuando de malos usos. He dicho «previenen», pero en realidad hablan pestes. Las redes sociales están de moda, y como sucede con todo lo nuevo, parece que debe ser condenado, porque es malísimo.
Quienes condenan las redes sociales, más en concreto el Facebook
–o El libro de los rostros, traducción personal no remunerada– atacan muchos aspectos. En lo referente a la privacidad, basan su censura principalmente en dos puntos: uno, aluden a que mercadean con nuestros datos, y dos, en caso de borrarnos, se cuestionan cómo podemos comprobar que los han eliminado.
–o El libro de los rostros, traducción personal no remunerada– atacan muchos aspectos. En lo referente a la privacidad, basan su censura principalmente en dos puntos: uno, aluden a que mercadean con nuestros datos, y dos, en caso de borrarnos, se cuestionan cómo podemos comprobar que los han eliminado.
Preocuparme de que Facebook pueda traficar con mis datos –¿debería pedir mi parte de comisión?–: nombre y apellidos, mujer, española, treinta y tantos, licenciada, en paro… hasta ahora no me preocupa mucho. Sin embargo, ¿es la única empresa que mercadea con ellos? No lo creo. Aportamos información personal más veces de las que somos conscientes, es decir, contratamos un viaje y damos nuestros datos o participamos en un sorteo de la tele y enviamos nuestros datos.
Me preocupa un poco más, por ejemplo, mi actividad de buscar trabajo. He entregado mi currículum vítae en empresas, muy modestas, y me consta que ahora han cerrado. ¿Y qué han hecho esas empresas con todos los currículos acumulados durante su existencia, incluido el mío? Desde luego, llamarme para devolvérmelo, a mí no.
En un currículum sí que expongo toda mi vida, no en la información que debo rellenar para registrarme en la red social, donde puedo incluso mentir.
En un currículum sí que expongo toda mi vida, no en la información que debo rellenar para registrarme en la red social, donde puedo incluso mentir.
En cuanto a cómo comprobar que han suprimido mis datos –quizá me tomo asuntos graves demasiado a la ligera– me parece excesivo. No sé. Si cierro una cuenta bancaria, tendré que firmar los papeles convenientes, pero nunca se me había ocurrido ir a la oficina unos meses después para preguntar si han borrado todos mis datos.
Es cierto que en estos tiempos que corren es preciso que seamos extremadamente cuidadosos con la información que ofrecemos de nosotros, y sobre todo, si no sabemos muy bien quién puede llegar a ella. Sin embargo, demonizar el uso del Facebook –o cualquier otra red social–, me parece excesivo porque nuestros datos personales se vulneran con demasiada frecuencia sin necesidad de recurrir al uso de redes sociales. No hay que darle más importancia de la que verdaderamente tiene, porque al fin y al cabo, es una red social y de lo que se trata es de pasar un rato divertido. Parece que lo olvidan.
Hola soy Marian.
ResponderEliminarMe gustaría hacer una reflexión interesante, a parte de que me encanta tu blog y me muero de envidia (yo también quiero uno). Pero es que tengo colgar unas fotos en mi facebook, buscar unos amigos del colegio y recomendar este blog a los de mi trabajo. A ver si un día se va la luz y me da tiempo a pensar...
Hola Marian:
ResponderEliminarNo dudes nunca en dejarme tu opinión o cualquier cosa que quieras contar, pues este es un lugar para la reflexión. Además me encantará leer todo lo que tengas que decirme.
Me alegro de que te guste el blog, y anímate y hazte tú también uno. Fijo que me convierto en tu fan.