Hoy en día las redes sociales son un estilo de vida. Las vimos nacer con la incertidumbre de qué sería aquello, sin adivinar quizá la importancia que tendrían en nuestro día a día.
Yo ahora no sabría vivir sin ellas. Es cierto que no publico demasiado, pero sí me gusta usarlas de vez en cuando para ver qué se cuece.
Me entretiene entrar en Twitter y pasar un rato leyendo noticias de temas que de otro modo serían inalcanzables para mí o simplemente viendo las ocurrencias de la gente. Adoro ver en Instagram fotos de viajes, de comidas o de simples postureos del «yo estuve aquí». Solo por citar algunos ejemplos.
A menudo fantaseo con tuitear mis ocurrencias del momento o subir a Instagram la foto de la ensalada que acabo de improvisar. Pero luego no sé qué me pasa, si me viene el pudor, la timidez, ese qué-sé-yo. Y al final lo dejo pasar. Pienso que a quién habría de importar mis tonterías. Y sobre todo, si llegarán a entenderse, porque están fuera de contexto y serán leídas por personas que no me conocen. Curioso que me lleguen estos pensamientos cuando nos gusta saber cosas innecesarias de los demás, ¡y yo misma me entretengo con las nimiedades de otros!
Pero aparte del mero entretenimiento, también es muy sugerente el uso de las redes sociales para dar a conocer tu trabajo, convertirte en una especie de influencer en tu especialidad. Porque venderse en redes sociales resulta la manera más fácil para promocionar y dar a conocer los pequeños proyectos personales que una desarrolla para cumplir sus sueños.
A mí no se me ocurre otro modo. No se puede negar: todo el mundo está en redes sociales y llegar a tener una marca medianamente conocida exige estar presente en las redes. Sin ir más lejos, me abrí mi cuenta en Twitter precisamente para promocionar este blog.
Ahora bien, no es oro todo lo que reluce y conseguir tener un pequeño negocio a través de redes sociales supone un esfuerzo extra para llegar a la gente; implica mucho trabajo. Parece fácil llegar a ser influencer o convertir una publicación en viral, pero lo cierto es que nadie conoce la fórmula secreta, si es que existe.
Podrían alegarme que darte a conocer en redes sociales supone tener cierta exposición y perder parte de tu vida privada, y que todo lo que subes a internet se queda ahí para siempre.
Sin embargo, para qué vamos a engañarnos, a todos nos alimenta el ego cada vez que en una red social el contador de seguidores sube un punto.

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