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viernes, 1 de julio de 2022

Trabajar después de estudiar filología sin morir en el intento

Una vista aérea muestra una mesa de trabajo llena de objetos, café, bollos, y manos tecleando en ordenador y manipulando una tableta

Hace unas semanas saltaba a las noticias Gabriel Plaza, un muchacho que había obtenido un diez en selectividad y que había elegido estudiar filología clásica. 

No quise leer comentarios en las redes sociales a propósito de este tema. Ya sabía hacia dónde se iban a dirigir la inmensa mayoría, porque hace años, todos esos comentarios me los dijeron a mí. Es cierto que no había redes sociales por aquel entonces y ningún extraño opinó sobre mi decisión: todo se quedó en mi círculo de amigos, conocidos o vecinos del barrio. 

Ahora que parece que las aguas se han calmado un poco, vengo yo a hablar de este tema porque siempre me ha afectado. Ya en mis tiempos me preguntaban para qué servía estudiar filología; eso aquellas personas que sabían decir correctamente el nombre de la carrera ya que la mayoría de la gente llamaba a mi carrera «filosofía» hispánica. 

No voy a argüir a favor de la importancia de las carreras de letras. Me llevaría mucho trabajo y no sé si llegaría a convencer a muchos. Pero sí me gustaría reflexionar acerca del porqué la sociedad no valora los trabajos de las carreras de letras. Y tratar de aportar algo de luz en algunos aspectos que tal vez nadie se haya parado a pensar. 

Por ejemplo, existen una serie de páginas web que te animan a escribir para ganar un sueldo «extra», los trabajos de traducción o corrección de textos están mal remunerados. Y por no hablar de ese conocido que un día cualquiera te dice algo así como «tú que estudiaste la filología esa -léase con un tono despectivo-, corrígeme esta carta, que es muy importante». 

Vamos a ver, si he de trabajar como escritor, ¿por qué solo me ofreces un sueldo extra? ¿Acaso no hay periodistas buenísimos que viven de ello porque escriben deliciosamente bien? Para ser escritor hay que tener una buena formación gramatical y sintáctica para saber construir las frases correctamente y un buen dominio del vocabulario; corregir es más que colocar una coma, hay que saber dónde y cuándo colocar esa coma; traducir: exige un dominio absoluto de al menos una lengua extranjera, por no decir de la propia. 

Del mismo modo que un ingeniero estudia duro para saber construir un puente, un escritor, un traductor o un corrector estudian duro también para desempeñar su trabajo. ¿O acaso esos periodistas aprendieron a escribir por inspiración divina? Y los traductores, ¿no han pasado años formándose en lenguas extranjeras? 

Así que, si tú quieres que alguien dedique su tiempo a poner comas en un texto, a redactarlo o a traducirlo, tendrás que pagarle por ello, al igual que a un ingeniero le pagan por saber construir ese puente. 

Y por cierto, todo el mundo me preguntó en su tiempo para qué servía filología hispánica, pero luego bien que venían a consultarme la escritura correcta de las palabras o me pedían ayuda para redactar algún texto correctamente.

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