Cuando la rutina del día a día se convierte en una especie de quietismo, del ya lo haré mañana pues un día es igual que otro y que el siguiente y tienes todo el tiempo del mundo para decidir comenzar a hacer algo, da igual que llegue septiembre con la prisa de tener una agenda llena de proyectos y compromisos por cumplir: lo urgente no existe. Sin embargo, el deseo de crear nuevos hábitos para crecer como persona, de explorar más allá de los límites conocidos está ahí, tímido
Porque solucionar el problema de mi vida pasa, en cierta medida, por conseguir establecer nuevas tareas que sustituyan las rutinas empobrecedoras. Y aprender a girar al mismo ritmo que el mundo y superar la sensación de estar estancada, para fluir en alguna dirección y avanzar nuevamente hacia algún lugar. Sin embargo, soy una persona de costumbres, para qué voy a negarlo. No por la belleza poética de sentir que mi existencia es la más plena. Simplemente por dejadez, por pereza.
Y me cuesta encontrar el momento adecuado para hacer las cosas que me gustan, aunque mi entendimiento dice que no debería ser así, que deberían surgir solas, sin esfuerzo. Y quiero obligarme a que estén presentes de nuevo en mis días, disfrutarlas como solía hacerlo.
Pero crear un hábito no es tan fácil como parece: supone desterrar uno antiguo para dejar paso a lo nuevo; implica aprender a tener un espacio para actividades que conlleven cierto trabajo, ya que todo lo bueno que deseamos instaurar en nuestra actividad diaria se logra realizando algún esfuerzo, intelectual o físico, allí donde solo había abismo.
Por mucho que digan que veintiún días son suficientes para crear una rutina, pueden ser una eternidad para adquirir una costumbre sin entregarte a la pereza una sola vez. Y todavía queda el aprendizaje más difícil: no fustigarte por esa rendición a la desgana. Porque ese día fallido no es importante si lo retomas al día siguiente, si te conciencias de que es mejor sumar experiencias en lugar de nombrar al vacío y darle importancia.
Y poco a poco integrar esas rutinas en tu día, sin prisa, sin desesperarte, sin renunciar, puesto que ningún cambio se percibe a corto plazo y llegar a cualquier mejor versión de ti es un proceso lento.
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