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domingo, 14 de abril de 2024

Madrid, la ciudad que me vio nacer

Una plaza adoquinada , una casa baja con las banderas institucionales en el balcón

Locas o sensatas: ciertas ideas se instalan en nuestras cabezas, y por muchos años que pasen, no nos abandonan. Como el empeño de escribir sobre las ciudades que he visitado, presente desde los orígenes mismos de este blog. Así pues, decido embarcarme en el nacimiento de un nuevo proyecto para este mundo que habito y hablar de Madrid, la ciudad que me vio nacer, aunque nunca he vivido allí. 

Siento que hablar de la vieja villa es difícil: acaso ya está todo dicho. ¿Qué más puedo añadir yo? Desconozco datos curiosos; no me siento quien para recomendar qué debes visitar si eres forastero; cualquier dato histórico puedes encontrarlo con una rápida búsqueda en internet

Tal vez añadir recuerdos de mi infancia, cuando subíamos en familia al centro para hacer algunas compras. En aquella niñez todavía no era consciente de lo que significaba la capital. O de alguna escapada durante la adolescencia para ir a discotecas de tarde, antes de que cerrara la renfe que nos llevara de vuelta a casa. 

Pero lo que más me marcó fue la etapa de mi vida universitaria. Diariamente subía en autobús a la capital y al acabar las clases, aprendí a dar paseos y conocí sus calles, sus tiendas y sus bares, en las múltiples salidas nocturnas para divertirme por sus barrios. 

Ya no voy a diario. Ha cambiado mucho desde entonces; incluso mi percepción de ella. Ahora es el refugio al que acudir para dar largos paseos por las tardes, cuando la rutina de mi localidad y del día a día me consume. Es el momento de escapar para caminar por rutas más amplias, más variadas. Por ese Madrid moderno y cosmopolita que cuenta la historia de una ciudad reciente y moderna, pero también antigua. 

En sus calles, en las gentes que las transitan aparece el descanso que necesito. A veces encuentro cierta diversión observando sus peculiaridades: extranjeros vestidos con su característicos atuendos tal vez a la moda de su lugar de origen, tan distintivos aquí, jóvenes con ropajes inconfundibles que los incluyen en diferentes tribus urbanas o tal vez identificando quién vive en los barrios. Invento qué es de sus vidas, cuáles son sus oficios o sus pecados más ocultos. Todos pasean ajenos siempre a la mirada de las esculturas que coronan los edificios y cuentan episodios de la mitología grecolatina. 

Otras veces levanto la vista del suelo y miro al cielo; observo lo alto de los edificios para descubrir su arquitectura, sus fachadas neoclásicas o modernistas, sus cúpulas, balaustradas que forman galerías en lo alto de los edificios. 

A veces echo de menos esa costumbre de mi vida estudiantil porque desde entonces pasear por las calles de Madrid significa evadirme de la rutina, dar un aire nuevo a mi día a día. La ciudad que me vio nacer siempre será un lugar al que volver.

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